Mindfulness e inteligencia emocional para niñ@s de Primaria
Por Elena Pérez Castellanos
«Es imposible transmitir a otra persona la sabiduría y la intuición.
La semilla ya está ahí.
El buen maestro es quien sabe llegar a esa semilla
y permitir que despierte, crezca y se desarrolle”
Thich Nhat Hanh
¿Mindfulness con niñ@s? Honestamente, hablar de mindfulness en la infancia es una redundancia porque los niños son unos maestros en el arte de estar ‘aquí y ahora’. Pertenece a su naturaleza esencial, aquella con la que nacemos, de ahí que a estas edades de la vida, la concepción temporal sea distinta a la que tenemos de adultos. La mayoría de nosotros aún nos acordamos de cómo eran de largos e intensos los veranos de la infancia. Tenían sabor a eternidad, nada que ver con la rapidez con la que se suceden los meses y las estaciones en la etapa madura de la vida.
¿Qué pasó entonces con la percepción del tiempo? ¿Quién aceleró las manecillas de nuestro reloj? Nuestra mente. Dejamos de sentirnos plenamente en el presente para dedicar más de la mitad de nuestros pensamientos a revivir el pasado, y la otra mitad, a imaginar y prever el futuro. Pero el único momento real, el único que puedes experimentar y vivir en plenitud es el ‘ahora’. Cuando lo temes, cuando te escondes en los pensamientos de tu mente, no experimentas la calidad del momento, algo que los niños todavía no han aprendido a hacer. Por eso, la intensidad de la experiencia es mucho mayor en ellos.
Partiendo de esta premisa, es casi una arrogancia que los adultos pretendamos enseñar a los chavales algo que forma parte de su esencia.
Cuando un niñ@ corre detrás de una pelota, sólo corre detrás de la pelota; cuando se tira por un tobogán, se está tirando por el tobogán con todo su ser y cuando se pelea con otro niño por un juguete, está plenamente en la pelea. Por eso, cuando la discusión termina, los mismos chicos que lloraban o gritaban pueden estar jugando, con una sonrisa de oreja a oreja, como si nada hubiera pasado. Todo lo viven en plenitud y no se dejan historias para seguir siendo masticadas, procesadas y repetidas mentalmente una y otra vez, como sin embargo sí que hacemos sus ‘maestros’, los adultos.
Reconociendo, por tanto, qué el mindfulness tiene que ver con recuperar la capacidad, innata en los niños, de habitar en el presente ¿Qué es lo que podemos enseñar a nuestros hijos? a no perderla. Esa es la enseñanza: a hacer el tránsito a la vida adulta sin llenarse de miedos y preocupaciones que le restarán calidad al momento que viven, y sin embargo no les valdrán (como a veces creemos erróneamente) para ser más precavidos, ni más fuertes, sino que les restarán valor y confianza en sí mismos ¿os suena esto?
El Mindfulness nos brinda la posibilidad de mejorar su atención, ejercitar su cerebro en la empatía, en la calma y sobretodo les permite gestionar sus emociones de la manera más positiva posible. Finalmente se trata de hacerles más hábiles para desenvolverse ante cualquier vicisitud de la vida. Frases como ‘la vida es dura’, ‘nunca llegarás a nada en la vida de esta manera’, ‘debes prepararte para lo que venga’, sólo les desconectan de sus ganas de descubrir el mundo y aprender (en realidad, las ganas de aprender son innatas). Y no les hacen fuertes, ni seguros para encontrarse.
Y no tenemos que ponernos en su piel, basta con ponernos en la nuestra cuando fuimos niños ¿no hubo profesores que nos encantaba escuchar? ¿No practicamos actividades que las disfrutamos como ‘enanos’, que todavía recordamos y se quedaron grabadas en nosotros para siempre? Y lo contrario: ¿y profesores que nos llegaron a hacer odiar una materia, creyendo que era nuestra culpa y torpeza?
Probablemente, tenemos también que cuestionarnos nuestras propias creencias, sobre todo aquellas que no nos han hecho felices, y que seguimos transmitiendo de generación en generación, como un mantra. A lo mejor, no se trata de decirle a tu hijo que lo más importante es el trabajo, o la preparación, o hacer algo que sea útil y práctico (como nos dijeron a nosotros). A lo mejor tienes que decirle que lo primero es la felicidad y el conocimiento de uno mismo. Y después, déjale libre para elegir. Te sorprenderá de qué manera ellos saben siempre que es lo mejor para ellos. Todos hemos nacido con unos dones. Y si no te enfrentas a la falta de aceptación por parte de tus padres, que tanto condiciona cuando eres niño, esos dones serán los que guiarán tu vida.
Cualquier decisión que guíe tu vida, será más profunda si llega desde la serenidad y la escucha interior, deshaciéndonos de las voces que no son propias. Y recordemos que nuestros hijos no nos pertenecen, ni están aquí para hacer lo que nosotros esperamos de ellos. Han venido a este mundo para ser ellos mismos. Nuestra misión es acompañarles, y apoyarles, pero no elegir su camino.
¿Qué podemos hacer por ellos entonces? ¿Cómo utilizar el mindfulness en su beneficio? La manera más efectiva de enseñar a nuestros hijos a llegar a la calma es partiendo de lo que da soporte a su mundo y se encuentra antes del pensamiento: la emoción.
Les ayudaremos a comprender, aceptar y saber manejar lo que sienten, para saber responder ante el estrés y las dificultades. En otras palabras, canalizar esa intensidad con la que se manifiestan en la vida para que puedan experimentar sin dañar a otros, ni así mismos, pero tampoco negándose o escondiéndose. En ausencia, de un adulto que sepa acompañar y dar seguridad a un niño cuando debe hacer frente a una emoción muy fuerte, los niños tienden a reprimirla. Pero las emociones que nos negamos a sentir, no se volatilizan, no desaparecen, ni se multiplican por cero. Quedan en algún lugar de nuestra psique, corazón, mente… esperando a ser atendidas y reconocidas. Y son de fondo responsables de buena parte de nuestra personalidad.
Ese es el motivo por el que algunos adultos viven de manera realmente trágica algunos hechos o acontecimientos que para otros resultan simples. En algún momento, escondieron una emoción ligada a un hecho parecido y ahora se sienten muy vulnerables cuando tienen que revivir algo que mínimamente se le parece. Son las denominadas emociones con olor a caducado, ¿Cuánto tiempo esperando a ser reconocidas? Estamos plagados de ellas: destaparlas es ir perdiendo peso emocional. Puedes ayudar a tu hijo a no llenarse de ellas, mientras tú vas abriendo pequeñas válvulas que las destapan ¡Qué liberación!
Si hay un efecto secundario en la práctica de mindfulness con niños es que le damos una segunda oportunidad a nuestro niño interior de deshacerse de viejos fantasmas. Y lo he experimentado en carne propia en mis talleres de inteligencia emocional con niños. Pequeños dolores que ni yo misma sabía que aún guardaba. Hay heridas con las que nos acostumbramos a vivir y parecen curadas pero sólo están olvidadas, no atendidas. Y se pasan todo el tiempo interactuando con nosotros, en nuestras relaciones, detrás de cada decisión que tomamos, en nuestros sueños, somos ellas también… porque nunca dejamos del todo de ser el niño que fuimos.
A mi amigo Carlos, su padre le decía a menudo el manido y famoso ‘los niños no lloran’, lo peor no es la frase (impregnada en el consciente colectivo) sino la sensación de débil e incapaz que le acompañaba. El mismo día que murió su abuela paterna, sintió con más fuerza que nunca el poder de ese axioma grabado en su cerebro. Era tal la intensidad de la tristeza que no podía expresar que le dolía todo el cuerpo: tenía la garganta seca, pinchazos en el estómago, las piernas temblorosas, la cabeza a punto de estallar y el corazón latiendo con mucha intensidad… ‘solo quiero poder llorar- me decía- pero no puedo’. El llanto es como una válvula de escape para el cuerpo, es quitar la llave de la olla a presión que puede ser una emoción que busca salida. Y no te imaginas de qué manera presionas a todo tu cuerpo y mente cuando no puedes expresarla.
El mismo lenguaje expresa este hecho de mil formas: me hierve la sangre, tengo un nudo en la garganta, los pulmones encharcados, … ese mismo lenguaje que nos delata y nos muestra como hemos ridiculizado y afeado el sentir durante mucho tiempo con apelativos como ‘llorón’, ‘enfadica’, ‘miedoso’… y también transmitido el machismo. A los niños que se permitían expresar sus emociones se les llamaba ‘nenazas’. Paradójicamente, y aunque fuera como demostración de debilidad, ese es uno de los pocos privilegios que nos permitió la cultura machista a las mujeres: reconocer el sentimiento. Y realmente es un regalo para agradecer. Los últimos estudios, como el publicado recientemente en la revista Journal of the American Geriatrics society, demuestran que ese permiso que nos damos las mujeres para expresar y hablar de nuestras emociones es uno de los motivos de nuestra mayor longevidad. Las emociones no reconocidas se instalan a menudo en el cuerpo y dan lugar a un gran número de enfermedades. Este hecho es algo que ya empieza a reconocer la medicina moderna. Los médicos saben que detrás de muchas enfermedades como las úlceras, afecciones cardíacas, enfermedades de la piel… hay un fuerte componente emocional.
Ahora que ya sabemos que expresar y reconocer los sentimientos no sólo no es símbolo de debilidad, sino que no hay mayor fragilidad que no poder conectar con la emoción. Desde esa premisa, podemos acompañar a nuestros hijos en el camino de saber ponerlas nombre (lo que no se nombra no existe), hablar, expresar y manejarlas.
Y finalmente, tras este aprendizaje, es cuando descubrimos que nosotros no somos ni las creencias, ni los pensamientos, ni las emociones, somos algo mucho más inmenso y profundo, la conciencia que experimenta todo aquello que aparece en su campo. Saber manejar una emoción es permitirte sentirla sin ser poseído por ella. Esa es la verdadera fortaleza. No las temas, ni enseñes a tu hijo a temerlas. Ninguna emoción tiene la capacidad de matarte por sí misma, sin embargo su falta de reconocimiento, su negación o la incapacidad de canalizarla si puede matar. Sabemos lo que los humanos pueden llegar a hacer poseídos por la rabia. Lo vemos todos los días en el telediario. Pero eso ya ocuparía un capítulo aparte por sí mismo. De momento, te invitamos a que no huyas de lo que sientes y enseñes a tu hijo las estrategias para hacerlo también. Le estarás regalando un don para toda su vida. Algún día, no muy lejano, la inteligencia emocional será una materia fundamental en el currículo.
O enseñamos a nuestros hijos-as a sentirse, conocerse y expresarse, o siempre seremos una sociedad disfuncional puesto que hemos cortado una de las columnas de lo que nos da sentido como seres humanos.
Próxima entrega: ¿Qué técnicas y estrategias podemos utilizar para enseñarles a manejar sus emociones?