Esta mañana alguien me contaba su crisis de pareja, como algo sin solución aparente, porque el otro es como es, y como no va a cambiar, se aguanta uno y vive lo mejor que pueda, aunque no se sienta feliz y a veces quiera salir huyendo. Pero ¿haríamos lo mismo, si el dolor o sensación dolorosa que sentimos estuviera en el cuerpo?
Como firme defensora de la salud emocional, yo le hablaba de la importancia de atenderse uno mismo: de escucharse, de mirarse, de conocerse, de reconocerse, de escuchar su vacío emocional o de una manera más sencilla, aquello que te duele.
Últimamente, no doy otro consejo. Y parece de una simplicidad extraordinaria, pero está muy lejos de instaurarse en la sociedad. Todos los días me cruzo con personas cuyas vidas sé que están trastocadas, que hay algo fuerte, impulsivo, que resuena en su interior, que saben que no está bien, o no están conformes con ello y ahí siguen, viviendo en piloto automático: enfadados, desempoderados, tristes, con una voz que clama en su interior: escúchame, atiéndeme, mírame, siénteme. Pero no lo hacen ¿para qué? ¿Qué pueden ganar? ¿Qué pasaría si decido bucear en esa voz que me está diciendo que algo no está bien?
No puedo más que pensar que es una manera de vivir aprendida y aprehendida de nuestros padres, de nuestro linaje familiar. Busquemos la seguridad y la estabilidad. Pero ¿y la felicidad? ¿tenemos realmente derecho a ser felices? O ¿es suficiente con tener seguridad y estabilidad y no deberíamos aspirar a nada más? ¿merecemos ser felices?
Si miramos sólo dos generaciones atrás, la felicidad no era realmente una meta. De hecho, hay un mensaje social que dice que, si tienes la nevera llena, alimento y cubiertas tus necesidades ¿de qué te quejas?
Pero es verdad, somos una sociedad abundante y con muchos privilegios: tenemos agua caliente a todas horas, y solemos comer más de lo que necesitamos, un sistema sanitario con garantías y potente pero ¿es por eso que no tenemos derecho a sentir que algo no anda bien en nuestro interior? ¿es un capricho sentir que queda algo por atender? A lo mejor no se trata sólo de tener las necesidades básicas cubiertas, a lo mejor también se trata de tener las necesidades emocionales cubiertas. A lo mejor esa voz que clama en tu interior buscará otras vías de escape si no se las das: insomnio, adicciones, insatisfacción, enfermedad, ansiedad….
Tal vez se nos escape el hecho cierto y comprobado de qué la salud emocional y la salud física van ligadas de la mano. Aquél viejo axioma que lleva en pie desde la época de los griegos y que resume lo que debería ser la vida: men sana in corpore sano.
Me gustaría pensar que cuando los griegos hablaban de men sana no se referían solo a una mente libre de enfermedades mentales, sino también a una mente feliz, liviana, vivir sin ansiedad, sin miedo, sin una sensación de fondo de insatisfacción que clama en tu interior. En definitiva, una mente libre de cargas en un cuerpo libre de enfermedad.
Toma tú la decisión: ¿sobrevivir o ser feliz? ¿mirar dentro o mirar para otro lado? ¿la pastilla roja o la pastilla azul?
Pero si decides que quieres ir a por todas, ten presente que acabarás encontrando porque al que pide, se le concede, si sabe lo que pide y cómo lo hace.